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Linarejos Moreno, electricidad astral [E.Voz Mediano. El Cultural. El Mundo. 26 de Enero del 2018]

Centro de Arte Alcobendas. Mariano Sebastián Izuel, 9. Alcobendas (Madrid). Hasta el 24 de febrero.

A pesar de que Kandinsky demostró a lo largo de su carrera un gran interés por la Astronomía, hasta el punto de que en fecha tan temprana como 1905 se planteó construir un observatorio en su casa de Moscú, no consta que conociera las investigaciones sobre la radiación cósmica, descubierta el mismo año, 1911, en que él dio el paso a la abstracción. Mas en sus ideas sobre el Cosmos, derivadas de la Teosofía, que tuvieron un eco claro en su pintura, encontramos intuiciones que podríamos relacionar con los rayos cósmicos: para él la obra de arte era el resultado de colisiones catastróficas y el producto de una necesidad interior espoleada por las «irradiaciones» psicológicas, las vibraciones sonoras que emanan de toda la materia que nos rodea. Y, como ha detectado con gran puntería Linarejos Moreno (Madrid, 1974), existe una sorprendente coincidencia entre determinadas configuraciones en sus obras de los años veinte -sobre todo en las ilustraciones de Punto y línea sobre el plano– y las fotografías de rayos cósmicos tomadas décadas más tarde. Obviamente, Kandinsky no pudo ver esas imágenes pero la artista, que viene explotando una fértil veta de conexiones históricas entre ciencia y arte, imagina que tal vez las percibió. Al fin y al cabo, las partículas cósmicas procedentes de violentas galaxias, atraviesan incesantemente nuestros cerebros. Y esa energía dibuja.


Linarejos Moreno ha recuperado viejas fotografías realizadas por el meteorólogo Charles Wilson con la «cámara de niebla» que inventó para visibilizar las partículas cósmicas en ese año crucial de 1911. A partir de ellas, da dos saltos en el tiempo: uno hasta los años setenta, cuando se toman esas otras antes mencionadas, hechas ya con «cámara de burbujas» y mucho más sofisticadas, que parecen «negativos» de las composiciones de Kandinsky, y otro hasta la actualidad, cuando ella misma se ha convertido en observadora de la electricidad astral al utilizar una cámara de niebla que se exhibe en el vecino Museo Nacional de Ciencia y Tecnología en Alcobendas para fotografiar y filmar en vídeo las fugaces estelas. La artista ha elegido una pareja de imágenes de cada uno de estos tres momentos y las ha trasferido a grandes arpilleras con su particular técnica de «fotopintura», en cuyas veladuras de blanco, que aplica sobre el soporte y sobre la impresión de las fotografías consiguiendo el efecto de «aparición» fantasmal, encontramos resonancias de la densa niebla en la cámara de Wilson, en la cual se revela la energía del Cosmos.


En el vídeo, una grabación frontal de la cámara de niebla, asistimos en directo a la lluvia de partículas mientras escuchamos un fragmento de las Tres piezas para piano, Opus 11, de Arnold Schönberg. Con esta banda sonora, que resulta muy adecuada para el espectáculo eléctrico, Linarejos Moreno rememora el decisivo encuentro entre Kandinsky y el compositor, en un concierto, de nuevo en 1911, en el que éste interpretó dicha pieza. Schönberg confirmó al pintor sus percepciones sobre la musicalidad del lenguaje cósmico, de esas vibraciones que traduciría a colores y líneas abstractas. Y Moreno glosa esa idea mediante un dispositivo escultórico, espacial, para la captación de vibraciones: ha cruzado la sala con un gigantesco instrumento musical compuesto por una larga y pesada viga de hierro -en la que exhibe cinco ejemplares de Punto y línea sobre el plano- y una sola cuerda que vuela hasta una de las arpilleras y se introduce en el dibujo. En conjunto, un fino ensayo sobre la poesía de la ciencia, la música de las esferas. @ElenaVozmediano

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